El alma es como una cometa.
Lanzada bien se mece en el aire,
alegre y serena.
Lanzada mal, se estampa,
pues, ese no es su destino.
El alma habita en el corazón.
El corazón está petrificado.
No hay sitio para el alma.
Sólo una personalidad,
fuerte y estable,
puede acoger al alma
Ana Cuéllar, 2004
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